El anarquismo es una filosofía política y social que llama a la oposición y abolición del Estado entendido como gobierno y, por extensión, de toda autoridad, jerarquía o control social que se imponga al individuo, por considerarlas indeseables, innecesarias y nocivas. La RAE, por ejemplo, define anarquismo como la «doctrina que propugna la desaparición del Estado y de todo poder»
Sébastien Faure (1858-1942), filósofo anarquista francés, dijo: «Cualquiera que niegue la autoridad y luche contra ella es un anarquista». Bajo una formulación tan simple, pocas doctrinas o movimientos han manifestado una variedad tan grande de aproximaciones y acciones, que no siempre fueron bien entendidos por la opinión pública. Históricamente hablando, el anarquismo se centra en general en los individuos y en la crítica de su relación con la sociedad, su objetivo es el cambio social hacia una futura sociedad, en palabras de Pierre-Joseph Proudhon (1809-1865), «sin amo ni soberano».
Mientras que la configuración de espacios para el consumo LGBTI puede ser visto como una oportunidad para la homosocialización, el hecho de definir patrones de consumo provoca una asimilación de la diversidad sexual hacia patrones sexuales y de comportamiento aceptados socialmente, como la monogamia, el interés por la moda dominante o la definición de estéticas corporales fijadas por cánones publicitarios.
El apoyo del anarquismo a las libertades individuales hizo natural la defensa de la homosexualidad ante muchos miembros del movimiento anarquista. Emil Szittya, en Das Kuriositäten-Kabinett (1923), escribió sobre la homosexualidad que "muchos anarquistas tienen esta tendencia. Así, encontré en París a un anarquista húngaro, Alexander Sommi, quién fundó un grupo anarquista homosexual sobre la base de esta idea." Su opinión se ratifica por Magnus Hirschfeld en su libro publicado en 1914 Die Homosexualität des Mannes und des Weibes: "En los rangos de un partido relativamente pequeño, el anarquista, me parece como si proporcionalmente se encontraran más homosexuales y afeminados que en otros lugares." El anarquista italiano Luigi Bertoni (quién Szittya también creía que era homosexual) observó que "los anarquistas demandan libertad en todo, también en la sexualidad. La homosexualidad lleva a un sentido sano del egoísmo, por el que todo anarquista debería luchar."